martes, 1 de enero de 2019

Ella


La conocí una tarde, me impresionó, me dijo que si podía llevarla a su casa; le contesté: “Vamos, te llevaré”. Durante el trayecto conversamos y entre ambos surgió una cierta atracción. Nos conocimos y quedamos en vernos en otra ocasión.
Un día nos vimos y tomamos café; ella, frágil, impoluta, empezó a gustarme a tal punto que lo abandoné todo por ella. Vivimos juntos mucho tiempo; nos conocimos un poco más, pero observé en ella algunos detallitos que el común de la mujer venezolana no los tiene, sobre todo si tiene pareja y quise corregirla; no obstante, fui queriéndola a pesar de sus desatinos y de mis recomendaciones diarias: cómo debes hacer esto o aquello. Pero ella no quiso mejorar, me decía: “No voy a cambiar, seguiré siendo así”.
En fin, fue transcurriendo el tiempo y continuaba con las mismas costumbres, casi a diario, hasta que nos separamos. Luego ella se fue a Colombia y yo seguí queriéndola, viviendo solo, siéndole fiel y aguardando su retorno.
Con esa esperanza me mantuve solo, siempre, esperándola a ella, hasta que un buen día llamó y yo le atendí, le sonreí aunque ella no lo percibió. Mi corazón estaba tranquilo, hablamos y me dijo, entre otras cosas, que me quería, que me amaba, y en ese momento la adrenalina empezó a fluir y mi corazón, lleno de emoción, palpitó muy fuerte: mi alegría no cabía en mi pecho. Me dijo también que cambiaría y que cumpliría con mis deseos de entregarse completamente. La presión que en mi pecho había por tanta soledad cambió; me sentí mejor y muy ilusionado, esperando ese retorno que tanto anhelaba y anhelo.
Aquí estoy otro día sin ella, en esta soledad, pero aceptándola bajo ese convenio que hicimos telefónicamente.
Un viernes, por la noche, me caí de un taburete, de espaldas, y me golpeé en la cabeza con la pared; sentí mucho dolor, vi estrellitas, pero al día siguiente me sentí mejor e hice mi trabajo de oficina con mucho ánimo. Creo que me golpearé más seguidamente (jajajajajaja).
Llegó el domingo, y a la madre de mis hijos, por colaborar con ella, le llevé unos víveres porque cocinaría unos granos. Chateé con ella a través del Junior. Estuve muy feliz por ese suceso porque pude comunicarme con ella.
La soledad se hizo más llevadera porque consideré que ella estaba más cerca de mí. El martes me sentí mucho mejor y pensé en ir a Caracas. Le dije a ella que la llamaría del teléfono de mi hermana Lila y eso es lo que más quiero: oír su voz, ¡la necesito tanto! Quiero que cuando venga me dedique un poquito de su tiempo. Solo eso le pediré y nada más.
Pasaron los días y otra noche me encontré sin ella, en la cama fría, muy fría sin ella, sin su cuerpo, sin su calor, pero resistiré porque espero verla pronto, bella, hermosa, con todos sus encantos que son los que la adornan por fuera, y ya quisiera yo que también fuera por dentro, porque alcanzaría la belleza integral que yo espero.
¡Qué delicia! Hablé con ella otra vez a través del teléfono de mi hermana Lila y del Junior. Me dijo que estaba trabajando en Colombia, que viene pronto. La espero con mucho amor y le dedicaré mucho tiempo a ella.
¡Qué dura y difícil ha sido la vida sin ella!; no sabe cuánto la necesito. Hoy lloré por ella transcribiendo una pieza musical que canta Nelson Ned, cantante brasileño. ¡Qué tonto soy!, pero fue así, porque había pensado en obsequiarle unas rosas cuando llegara del país neogranadino. No lo pude evitar. La cantaba y se me quebraba la voz “Ah, si las flores pudiesen hablar, gritarían te amo…”.
El domingo, un día triste, muy triste sin ella. En este hastío solo vivo con la esperanza de verla; que llegue para verla hermosa, para escuchar su voz, para besarla, para estar con ella; vuelve, por favor, a quererme mucho más que ayer.
¡La amo tanto!, Hola Soledad, dice la canción, es mi amiga inseparable. Me acompaña a todas partes, está conmigo aunque yo no quiera. Vive conmigo. No la veo, no sé cómo es, pero está conmigo, me acompaña, duerme conmigo, es mi amiga inseparable.
Ya me comuniqué con ella, mi otra amiga, la que está lejos. Me alentó, dijo que me quería, que estaba deseosa de verme, le creí, llegará pronto en la semana del 15 de noviembre; ojalá que así sea, porque no aguanto más estar solo. Menos mal que me distraigo los lunes con mi trabajo ad honorem, algo es algo. A partir del martes me voy a Caracas y me reúno con mi hermana Lila hasta el día jueves y retorno y así me distraigo con la actividad miliciana sábados y domingos. Los viernes realizo mi actividad de oficina.
Ya se acerca pronto su llegada. ¡Qué felicidad!, estoy alegre y contento. Ya ella lo sabe y creo que está feliz y emocionada. Pasé otra noche sin ella pensando, meditando. Ya es la 1:00 de la mañana, voy a apagar la luz para seguir pensando en ella y lograr dormir, ¡zzzzzz!
He decidido cambiarte el nombre: ya no serás ella, tampoco Maritza, ni Yudith; de ahora en adelante te llamaré Gloria, ¡porque tú eres mi gloria!
¡Cuánta felicidad! Hoy al fin la tuve frente a mí, la besé, la abracé, la acaricié, feliz…, feliz. No me cabe en mi pecho que estaba henchido de placer al tenerla entre mis brazos.

José Luis González R.
La Victoria, Enero 2019